jueves, 19 de mayo de 2011

En la Biblia es revelado Dios, después Su Palabra, el hablar de Dios y finalmente nuestro hablar

En Génesis 1:1-3 es revelado primero Dios y después vemos Su hablar: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”; luego vemos que Dios, como el Espíritu “se movía” y en Génesis 1:3 Dios habló: “Y dijo Dios: “Sea la luz". Y la Luz fue hecha.
Yo he disfrutado mucho esto esta mañana. He estado orando con gran disfrute. Claramente la Biblia nos revela primeramente a Dios; el Dios revelado se mueve con un propósito definido; el Dios revelado habla y finalmente fue hecha la luz mediante este hablar de Dios. Cuando Dios dijo, fue hecho (He 11:3). Es significativo que en la revelación bíblica aparezca primero Dios y luego el hablar de Dios. Aparentemente esto carece de mayor importancia, pero si leemos con cuidado y entramos en la Palabra con oración veremos que cuando Dios es revelado; Dios se mueve y según Su voluntad/propósito específico, Dios habla -no el Dios oculto y desconocido-, sino el Dios revelado, expresado, y se hace la luz.
Cuando fuimos salvos y recibimos al Dios Triuno como el Espíritu vivificante, Quien es la vida eterna de Dios, en nuestro espíritu, fuimos redimidos por Dios y regenerados. En ese momento Cristo llegó a ser nuestro Señor y Dios fue hecho accesible y real para nosotros en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu. A partir de entonces, Él comenzó a moverse, a actuar, a obrar en nosotros de manera específica y Su Palabra estuvo en nosotros para que se hiciera la luz en nosotros. El mismo orden maravilloso.
Ahora, toda la Palabra en la Biblia es el aliento de Dios y lleva a cabo la obra de Dios en nosotros, nos comunica a Dios y es viviente en nosotros, pues está llena de Dios (1Tim 3:16; Heb 4:12) y es dios mismo (Juan 1:1). La Palabra es Espíritu y vida (Juan 6:63). La Palabra de Dios es la Palabra divina. Cuando tomamos esta Palabra hemos de saber que es Espíritu y es vida, más que meras ideas de Dios o pensamientos de Dios es más, es el mismo aliento (Espíritu) de Dios. Cuando tomamos esta Palabra “con toda oración y petición en el espíritu” (Ef 6:18), llega a ser nuestro alimento real, viviente y divino (Jer 15:16; Sal 119;103; 1P 2:2); nuestro sustento de Dios, lleno de Dios y de luz. Al tomar la Palabra con oración en nuestro espíritu, tocamos a Dios, ejercitamos nuestro espíritu, nos abrimos al Señor y permitimos que Él nos ocupe y nos salve de manera muy práctica. Luego el hablar de Dios será nuestro hablar (1Co 2:13; 14:36).
Nuestro hablar no será sobre nuestros asuntos, sino sobre los asuntos de Dios (1Tes 2:13); nuestro hablar ya no será nuestras quejas e insatisfacciones, sino sobre la realidad de Cristo y Su victoria, con toda la abundancia de la vida divina; ya no será nuestro pesar y nuestras murmuraciones contra algún hermano o situación, sino sobre la luz de Dios que resplandece en nosotros y en la cual expresamos a Dios, hablamos a Dios y trasmitimos al Dios que experimentamos, el Dios que es nuestro disfrute y que nos llena consigo mismo hasta rebozar de Él.
 Dios es revelado primero, se mueve y habla para que la luz sea hecha (Gn 1:1-3), y nosotros oramos con/en la Palabra para experimentar al Señor (y no solamente obtener información con nuestra mente). Entonces Dios se revelará a nosotros, se moverá y será nuestro consuelo, nuestro alimento, nuestra respuesta, nuestra salvación específica, nuestro aliento, nuestra luz y nuestro todo.

Referencias: La palabra Santa para el avivamiento matutino “El hablar de Dios”; Speaking for God, chapter 2 (sólo en inglés); Estudio-vida de Génesis, mensaje 1

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